27.4.07

¿Sangrar por la herida?

Los otros días me comentó un editor que alguien que tiene un programa radial de trasnoche, había metido como mil personas en la Feria del Libro.
Este alguien se dedica a escribir libros sobre numerología, autoayuda, consejos sobre sexo, etc. Es decir, lo que está pidiendo gran parte de la sociedad actual, aquejada por la soledad, las desavenencias y el facilismo.
Piensan que hay recetas mágicas para resolver los problemas de la vida y acuden a estos sinvergüenzas que hacen pingües negocios con las necesidades espirituales de la gente. ¿La buena literatura? Bien, gracias...
Por eso, proliferan los Bucay, los Coelho, los gurúes, los "pastores" brasileños, las iglesias de alternativa, los "sanadores", los "manosantas" de toda laya...Explotan la ignorancia y la desesperación de grandes multitudes que no saben para dónde tomar.
La Feria, entonces, se llenó de personas que nada tienen que ver con los libros, pero sí con seguir a uno de estos tipos. El editor, chocho por el negocio...
Recordé dos episodios en la vida de Baudelaire. Uno es cuando le pide a su editor le envíe algunos ejemplares de "Las Flores del Mal", libro del que no se había vendido nada. Y otro es cuando el propio Baudelaire dice en "Pequeños Poemas en Prosa": "miserable can, te pareces al público" cuando el perrito se pone a oler excrementos...
En todas las épocas, ha sucedido lo mismo. La futilidad triunfa sobre la profundidad; el materialismo sobre el talento. Los inescrupulosos de siempre viven su vida con holgura; el artista la sobrelleva con penurias.
¿Es esto sangrar por la herida? Cuando uno dice estas cosas ¿las dice con una pizca de resentimiento y envidia? Sin duda, este es el argumento de los mediocres que miden las cuestiones a través de su óptica; no entenderán jamás que pueda haber gente que no envidia ese tipo de cosas y que, simplemente, las dice con objetividad porque alguien DEBE DECIRLAS.
Es fácil y hasta una tradición motejar en este país. Lo mismo pasa cuando alguien que critica las prácticas falaces de la democracia es acusado de "fascista"; otro mote muy fácil de ponerle a la gente con el único y exclusivo fin de desprestigiarla.
Hay cosas que se deben decir, aunque uno corra el riesgo de ser acusado de "sangrar por la herida". Pero es indudable que la cultura está necesitando de voces honestas, de artistas que denuncien este estado de cosas y alerten sobre los riesgos de leer semejante basura.
Nadie -desde Dale Carnegie para acá- se salvó leyendo estos libros. "Cómo ganar amigos", "Cómo hacerse rico", "Cómo ser el amante perfecto", "Cómo vencer la soledad", "Cómo conseguir trabajo" (podríamos seguir citando) no son otra cosa que títulos escritos por autores que buscan el comercio, que buscan lucrar con la buena fe y la ingenuidad de los que creen que la solución de sus problemas está en esas páginas.
Nada más lejos de la verdad. La solución está en uno mismo y en esos escritores que nos enseñan a pensar, a cultivar nuestra sensibilidad, a perfeccionar nuestros sentimientos, a cotejar estados de ánimo, a darse la mano con el dolor y a aprender que la vida es una sucesión de acontecimientos en donde debemos poner lo mejor de sí. Si queremos ser amados empecemos por amar. Si queremos recoger solidaridad, comencemos por ser generosos. Si queremos cultura, acerquémonos a los autores cultos. Hay más enseñanza estética y ética en un párrafo de Borges que en todos los libros de Coelho.
A ver si abrimos los ojos y el corazón a la belleza y no a la chantada...

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

20.4.07

La importancia de Internet

Tuve un amigo muy apreciado allá por la década del 70/80 del siglo pasado. Se llamaba Ismael Colombo y era el hijo del célebre imprentero y editor don Francisco Colombo, aquel que había publicado la primera edición de "Don Segundo Sombra".
La familia Colombo era oriunda de San Antonio de Areco, el pueblo de Ricardo Güiraldes y las dos familias eran muy amigas.
Siempre me interesó la literatura de Güiraldes; tanto es así que, en el año 1977, viajé a España para dar, en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad Universitaria de Madrid, charlas sobre Roberto Arlt y el autor de "El Cencerro de Cristal".
Conocí a Ismael en la recordada librería que poseía el actor Iván Grondona en la calle Montevideo de la Capital Federal. Y como él era tan versado en Güiraldes (además, lo había conocido siendo muchacho) empezamos a tener una buena amistad y a trabajar conjuntamente en un texto donde Ismael (con su prosa poética excelente) iba desgranando aspectos biográficos de don Ricardo y yo realizaba el análisis literario de esa pieza magistral que es "Don Segundo Sombra".
Publicamos una serie de notas en el diario "La Ciudad" de Avellaneda, pero la muerte del querido amigo impidió que siguiéramos trabajando para convertir en libro aquella tarea conjunta.
He realizado múltiples trabajos sobre Güiraldes desde publicaciones a notas pasando por un espectáculo que se estrenó en el Teatro de Luz y Fuerza y combinó guitarra a cargo de Carlos Martínez (el mejor intérprete de la música de Abel Fleury que existe en la actualidad) la voz de mi amiga la actriz Dora Mils, mi texto y la coordinación de Alberto Albornoz.
Ismael Colombo, al estar dentro de mi recuerdo y de mi corazón, seguramente participó, también, de este homenaje al gran escritor.
Pero, ahora viene la sorpresa.Acabo de recibir un mail de María Laura Colombo, nieta de Ismael, que reside en Capilla del Señor y que halló, de casualidad, viajando por Internet, una nota mía publicada en el diario "La Ciudad" en el 2006 donde recordaba al amigo. Y me escribió porque esta muchacha anda rastreando sus raíces y a su abuelo Ismael no tuvo oportunidad de conocerle.
De inmediato, le contesté, le di algunos datos sobre su abuelo, le dije la verdad: que era un hombre bueno, de un profundo humanismo y que tenía una prosa excelente.
Quedamos en contacto; ella me agradeció mis datos y, seguramente, a la brevedad nos veremos personalmente.
Esta es la importancia de este fabuloso invento que se llama Internet en donde uno, además de encontrar todos los datos que se le ocurra, puede encontrar personas y establecer nuevas amistades.
Me pareció tan fantástico esto, que quise transmitirlo y compartirlo con mis buenos amigos, los lectores.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

16.4.07

Poetas del Tango

Tuve que viajar a Mar del Plata para dar una charla en el Hotel de Luz y Fuerza. Este acto estaba dentro de unas Jornadas que realizó la Federación en donde se reunieron más de 1000 personas compitiendo entre sí en la faz deportiva y cultural.
Hubo Maratón, Triatlón, Ajedrez, Ciclismo, Fútbol, exposiciones de pintura y escultura y reconocimientos a los ganadores.
En este marco, mi charla versó sobre los poetas del Tango y tuve una razonable convocatoria de gente muy respetuosa que escuchó, en silencio, mis palabras.
El Tango-Canción que se inició con "Mi noche triste" de Pascual Contursi, dio poetas de real envergadura. En ese recorrido rápido que hice, no faltó Celedonio Flores, el autor de "Mano a Mano", boxeador, frecuentador de la Cortada Carabelas, el que escribió en "Corrientes y Esmeralda": "en tu esquina criolla cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel". Y después pasé a Enrique Cadícamo con su Modernismo a cuestas y a Enrique Santos Discépolo con su "Cambalache" donde nombra a personajes que estaban vigentes en su época, como aquel Staviski, estafador polaco que había hecho saltar dos veces la banca en el Casino de Montecarlo y se suicidó en la cárcel de Bayona. Autor de "Tormenta" uno de los grandes tangos y uno de los grandes temas de la literatura universal: el poeta cuestionando a Dios.
También, en esa cabalgata, pasé por José María Contursi, autor de "Gricel", de "Como dos extraños" (estos dos tangos tienen historias reales) y "Tabaco" (!qué versión la de doña Libertad Lamarque!); Contursi, poeta lírico por excelencia fue locutor de radio e hijo del reconocido Pascual Contursi, el de "Mi noche triste" y "La mina del Ford".
Después me interné en la década del 40 con Cátulo Castillo, a quien el padre José González Castillo (muy anarquista él) había querido ponerle, por nombre, "Descanso dominical". Al final, llevó los nombres de dos poeta latinos: Catulo y Ovidio.
Cátulo escribió: "Tinta roja", "La última curda", "Una canción", "Farol" (formidable versión del negro Rubén Juárez) y otros de similar importancia.
Homero Manzi fue otro de los poetas que toqué. Dueño de la ternura, de la evocación. "Sur" es uno de sus grandes temas junto a "El último organito", "Barrio de tango" y "Malena".
Y después le tocó el turno a Homero Expósito, mi amigo, señor de las imágenes surrealistas, de vanguardia. "Tu forma de partir me dio la sensación de un arco de violín clavado en un gorrión" o "trenzas del color del mate amargo" o "ya da la noche a la cancel su piel de ojera". Son incontables los hallazgos de este poeta que tuve la fortuna de conocer personalmente y mantener una relación de cordialidad y amistad.
Cerré (porque entre las palabras y algunas ilustraciones de temas) se iba extendiendo demasiado la charla con mi coterránea, la avellanedense Eladia Blazquez y su "Corazón mirando al sur", una pieza de innegable belleza. La cantaron, a dúo, María Graña y la propia Eladia en una hermosa versión.
La gente se me acercó a hacerme preguntas y estuve largo rato conversando con ellos, como me gusta a mí: el contacto con el público.
Fue un agradable fin de semana en la siempre incesante Mardel y aproveché para hacer largas caminatas en el tiempo libre. Una experiencia más que cansa, pero que gratifica.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, periodista, poeta, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

6.4.07

Años y Leguas

Me puse a releer un libro que había leído en mi juventud. Me refiero a "Años y Leguas" de Gabriel Miró. Y volví a encontrar el mismo regodeo de la palabra, la misma inquietud por la belleza expresiva, el mismo lenguaje enaltecido que llevó a este escritor a ser considerado, por muchos, como uno de los prosistas más importantes del siglo XX en España.
Miró pertenecía a la generación del 98, la que volvió a levantar a España de su decadencia. Hombres como Azorín, los hermanos Machado, don Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, Baroja y otros, fueron los encargados de darle, nuevamente, estatura intelectual a un país alicaído por la mediocridad, por la pérdida de sus colonias americanas (la última fue Cuba) y por sus problemas económicos y sociales.
Aquello que venía vaticinando Mariano José de Larra se cumplió con creces hasta que esta nueva generación (de la que formaba parte Miró, nacido en 1879) hizo renacer espiritualmente a su nación.
"Años y Leguas" es el último libro de Miró (falleció durante una operación de apendicitis en 1930) y aquí es donde se puede observar, con detenimiento, ese género literario de la "Semblanza", en el que Miró fue un Maestro. Su prosa tiene mucho de poesía, su stock de palabras es riquísimo y su Modernismo, aunque un poco tardío, reafirma su predilección por aquel movimiento que creó Rubén Darío, entre otros cultores.
Es un libro de evocaciones con el protagonismo de Sigüenza, que es su "alter ego". En la prosa de Miró se puede aspirar los olores, ver los colores, disfrutar del paisaje, meterse en la intimidad, en la sensibilidad del autor.
Este escritor nacido en Alicante, que había cursado sus estudios de Derecho en Orihuela (allí donde, años después, nació Miguel Hernández) se ganó la vida en diversos puestos públicos y en distintas ciudades españolas. Son muchos sus títulos y son varios sus fracasos. Como profesional del Derecho, fue recurrentemente bochado para la juricatura; como escritor, le fue negada la entrada a la Academia Real de Letras, episodio que produjo la renuncia de Azorín a la misma; era Azorín el que lo había propuesto para integrarse como miembro.
Por último: "Semblanza", género en el que Gabriel Miró descolló, es un bosquejo con mucho de autobiográfico. Y en los libros de este escritor no hay que ir a buscar el argumento, la trama. Hay que buscar el idioma en toda su plenitud, en todo su esplendor.
Yo lo comparo con otro escritor español que me parece notable: Francisco "Paco" Umbral. Los dos pertenecen a esa escuela del Castellano que produce gozo, regodeo, alegría de hablar un idioma tan versátil y tan expresivo.
Ante un mundo que va despreciando las palabras y circunscribiendo la comunicación a cada vez menos léxico, Gabriel Miró es el exponente contrario; nos hace disfrutar de una lengua insuperable.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

1.4.07

Las cosas que se fueron

Los hombres estamos hechos de hartazgos y carencias; de vidas plácidas y turbulentas; de combinaciones extrañas entre lo que atesoramos y desechamos.
Ejemplos hay demasiados: el hambre es una carencia; la saciedad es su antinomia. Y en este juego perverso de contrastes se desliza la existencia humana.
Pero en las carencias, hay todo un tema. Porque el hombre parece ser esclavo de la ausencia. Cuando se tiene a una mujer, en muchos casos no se la reconoce. Sin embargo, cuando esa mujer no está comienza el recuerdo y la añoranza. Le pasa a muchos viudos. Hay algunos (vaya uno a saber por qué remordimiento o culpa) se la pasan rememorando a la ausente, en un fúnebre estado de ánimo. Son los viudos (o viudas) sin consuelo, los que siguen hablando del o la finadita hasta el aburrimiento.
Hay un sin fin de cosas que se van, casi a diario, al arcón eterno. Nuestra infancia, por ejemplo. El poeta español Manuel Alcántara le preguntó, una vez, al amigo que encontró frente a una vidriera llena de masitas: "¿te estás comiendo la infancia?". En esa añoranza, seguramente plena de aromas que trae desde el tiempo la memoria, ese amigo recordaba algún episodio de sus pocos años.
Entre nosotros, es mucho lo que se ha ido. A nivel personal y colectivo. Aquellos juegos como el "San Yordi monta la burra", las bolitas, la tapada, el ainente, el rango y mida, han desaparecido del léxico de todos. Y con ellos desaparecieron las series en los cines, el carro de la Panificación, el pollero vendiendo animales vivos por la calle, el lechero a domicilio, el asado al horno hecho en la panadería, el licor de huevo y el anís "8 hermanos".
Y va desapareciendo los ravioles caseros de la vieja, servidos en domingo, el infaltable patio de las casas, el turco que vendía a plazos, los amigos que se distancian demasiado...
Estamos construidos por estas ausencias y si bien cada día nos trae presencias nuevas, la nostalgia por lo que se ha ido puebla nuestros corazones y es lo que más resaltamos a la hora de dar testimonio de nosotros mismos.
"Todo tiempo pasado fue mejor" -dice un viejo refrán popular. Sabemos que no es cierto. Pero qué importa. Seguramente fue mejor para cada uno de nosotros porque éramos jóvenes, teníamos más salud que ahora, la vida no había golpeado demasiado (como suele hacer, con cada viviente, la vida)y todo ese paisaje llega a parecer exquisito, eterno, mágico.
Y en ese perverso juego de la memoria, salimos descubriendo excelencias en cosas que, tal vez, en su momento, no le dimos importancia o la tratamos con indiferencia o las olvidamos. Como ocurre con los amores ¿vieron?
!Qué raros somos los humanos! !Qué inconstantes y qué poco condescendiente solemos ser con el presente!
En países como el nuestro donde es tan difícil y complicado imaginar el futuro, vivimos más para el recuerdo y la emoción que para la proyección.
Y somos, entonces, nostalgiosos, hacemos una industria de los recuerdos, llamamos al pasado para que se convoque, perentoriamente, así podemos hacer un culto de él.
¿Está bien? ¿Está mal? No sé ni me importa. Pero, en este preciso momento, me llega un aroma a albahaca que cruza el patio y lo veo a mi viejo arreglando una canilla y a mi vieja colando los fideos. Habrá fideos con pesto (entrego mi reino por este plato) y, desde la parra, baja un aire a domingo y un tango rezongón se escapa de una radio capilla y la pelota de goma se me va despacito a esperarme detrás de una maceta...
Ah, qué fuerza tiene el pasado cuando es capaz de atravesar el tiempo y decirnos que somos esclavos de los recuerdos...que vivimos, como decía Rilke, con una sola patria: la de la infancia...

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)