30.12.06

La ley de Murphy

Este Murphy era un señor que tenía un sentido escéptico de las cosas de la vida. El sabía, por ejemplo, que cuando se cae al suelo una rodaja de pan con manteca, siempre esa rodaja caerá del lado de la manteca.
Y así con todo.
Días pasados, voy a buscar dinero al cajero automático. Me acompaña uno de mis hijos. El cajero no leía mi tarjeta; era de esos aparatos modernos que no se quedan con la tarjeta sino que hay que introducirla y aguardar. Cuando ya había destilado litros de adrenalina y puteadas mil, le dije, en mi desespero, a mi hijo: "Andá a buscar a algún empleado; no puede ser que no me lea la tarjeta". Mi hijo salió apresurado hacia el interior del banco. En ese momento, el cajero -como obedeciendo a alguna mágica instrucción- leyó mi tarjeta y me entregó el dinero. Todo sin chistar.
Lo mismo me sucede para entrar a este Blog. A pesar de las instrucciones de mi paciente Teresita, soy tan dinosaurio que, siempre, el Blog me ofrece dificultades para entrar. Cuando, en mi bronca, comienzo a hacer clicks hasta por afuera de la pantalla, mágicamente aparece la hoja en blanco...
Da la impresión que son los lectores los que no quieren que escriba más. Algún fantasma cibernético que, dentro de la computadora, dice: "Por favor, deja al idioma castellano en paz. ¿No lo has castigado demasiado?"
La ley de Murphy dice, también, que si uno espera un omnibus, lo mejor es encender un cigarrillo. El omnibus llegará, a lo sumo, a la segunda pitada. Si uno llega con la intención de darse una ducha de agua caliente, seguro que se descompuso el calefón. Si uno espera, con ansiedad, comer su comida favorita, lo esperan con un sandwich.
No será la primera ni la última vez que uno llega al cajero automático y, en ese preciso instante, se le acabó la plata. Y no será, tampoco, la primera y única vez, que su llave se rompa en el momento de querer entrar a su casa, a las dos de la matina. Y que encima llueva o caiga granizo.
Son las conspiraciones de la Naturaleza contra el ser humano; tal vez, la venganza por tanta crueldad ejercida contra ella. Que el clavo se doble, que el martillo dé en su dedo, que lo dejen de seña, que suene el teléfono a las tres y sea un número equivocado, que nuestro editor huya sin pagarnos las últimas traducciones, que nos abandone hasta el perro y que no podamos llorar porque nos olvidamos el pañuelo, son algunos de los contratiempos de nosotros, los humanos, a la hora de buscar que la suerte esté de nuestro lado.
Como decía el poeta en el tango: "Ni el tiro del final te va a salir". Y esa, también, es una ley de Murphy.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

28.12.06

Recuerdo de Silvio Astier

Pocos días atrás, visité la librería de viejo a la que, siempre, concurro, y me encontré con el local en penumbras, alumbrado por unos faroles a kerosene y las paredes ennegrecidas, los cables de la electricidad colgando por todo el ámbito y una sensación de cosa devastada que me llamó la atención.
La librería estaba abierta; había libros en sus stands y se podía comprar. Cuando me acerqué a la caja a pagar lo que llevaba, pregunté si había habido un corto circuito en las instalaciones y allí me enteré que habían entrado a robar y le habían prendido fuego al lugar.
!Caramba! Una nueva modalidad de esta delincuencia que no tiene respiro. Te asaltan y te prenden fuego. !Tamaña perversidad parece incomprensible!
Y, entonces, recordé a Silvio Astier, el personaje principal de "El juguete rabioso" de Roberto Arlt que, también, prende fuego a la librería donde trabajaba, angustiado por el clima sórdido y tenebroso que allí se vivía.
El incendio de Astier aborta; el incendio de este local también abortó, de lo contrario no se hubiese salvado nada de lo que allí había.
Y pensé, también: !qué literatura de anticipación escribió Arlt! En "Los siete locos" se adelanta al esquema de las organizaciones guerrilleras que llegarían después; su nihilismo es premonitorio. Y, en este caso, el incendio de una librería...
Quemar libros siempre me pareció deleznable. Por eso, nunca acepté a ese detective Pepe Carvalho que inventó Vázquez Montalbán y que tenía la manía de quemar libros. Los nazis lo hicieron; la dictadura militar en 1976 también lo hizo. Lo hicieron las hordas de la Alianza Libertadora Nacionalista cuando quemaron la "Casa del Pueblo". Cuando incendiaron (más de una vez) el Teatro del Pueblo de Leónidas Barletta.
Siempre que hay quema de libros, hay barbarie. Y, en este episodio con el que inicié la nota, el incendio obedece a oscuras raíces del resentimiento.
Si no encuentro nada para robar, te quemo el lugar. Así pasó, en vísperas de Nochebuena, en el pueblo bonaerense de San Miguel.
Estos incendiarios no tienen la justificación intelectual de un Silvio Astier, pero hay algo dostoievskiano en el fondo de estos corazones que, como decía el ruso, son "campos de batalla".
!Es terrible, pero es así!

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

27.12.06

La pesificación

Están por estafar, una vez más, a los ahorristas argentinos. Nuestra clase dirigente tiene una perversa vocación cuando se trata de esquilmar a su pueblo. Lo hicieron en los ´90 sacándole el trabajo a la gente, lo hicieron aumentando la edad jubilatoria, lo hicieron robándose todo y terminaron con el cruel "corralito" que llevó a la indigencia y a la muerte a muchas personas. De ese genocidio no se habla...
El periodista Horacio García Blanco (por nombrar uno de ellos) fue víctima de esta terrible injusticia. No le dejaron sacar sus ahorros para ir a curarse su enfermedad. Lo mataron.
Ahora, estos jueces de la Corte, apañado por el poder de turno y amañados desde hace incontables décadas, están por cometer un nuevo desatino jurídico. Avalar la pesificación que fue una burda maniobra del Ejecutivo para quitar, de un plumazo, el poder adquisitivo de la gente.
La pesificación fue el robo más artero que la clase gobernante le hizo al pueblo. La pesificación nos quitó poder adquisitivo, envileció nuestra moneda, sirvió para que cualquier turista entre al país con dos monedas y cotizó el dólar a pesos 2,10 cuando en cualquier casa de cambio está a pesos 3,10.
!Ni hablar de la estafa de los bancos con la complicidad del gobierno de turno con respecto a los mentados Bonos! !Esa es la seguridad jurídica que inventó este gobierno con los pequeños y medianos ahorristas locales e internacionales! Mientras tanto, toda la clase dirigente tiene puesto su dinero en cuentas de bancos del exterior. Y el propio presidente se llevó a Suiza los dineros de su provincia.
Esta es la justicia que, cubierta de demagogia, confunde mentes ya de por sí confundidas. Le han hecho creer a gran parte del pueblo que los ahorristas eran potenciales Rockefeller y no jubilados y empleados de clase media que querían resguardarse de la inflación y de los coletazos tenebrosos de la economía argentina.
!Ojalá que este "veranito de San Juan" les dure! Pero estoy convencido que, cuando explote, les reventará en la cara. Se llenan la boca de tener una cifra de 30 mil millones de dólares en las arcas del Banco Central, pero no solamente no le pagan a los ahorristas lo que le robaron, sino que ni siquiera salen a remediar el hambre, la desocupación, la marginalidad, la inseguridad, la salud colapsada y la educación hecha papilla.
He dicho.

ROBERTO DIAZ
(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

22.12.06

Estas fechas

Parece mentira -dice la gente, sorprendida de que un nuevo año se avecine. La sorpresa tiene que ver con la marcha del tiempo que parece cada vez más raudo, irremediablemente efímero.
Es indudable que el tiempo ha sido una convención nuestra, desde siempre. Y ese invento nuestro, se ha convertido en una especie de "Frankestein" que, ahora, no podemos dominar.
Las mujeres, seres sensibles si los hay, son las que más sufren el paso del tiempo. Entonces, recurren a todas esas herramientas a mano que ha inventado la ciencia moderna. Es una desesperada lucha para ganarle al tiempo, pero ya se sabe que éste es invencible.
Recuerdo un cuento de Max Beerbohm ("Enoch Soames") donde la relación con el tiempo es al revés. El personaje central de aquel texto quería saber, tenía imperiosa necesidad de saber si, dentro de cien años, figuraría en la Enciclopedia Británica y su poesía estaría entre los autores que habían sobrevivido al tiempo. Y por esa obsesión, pactó con el Diablo. Lamentablemente, el Diablo lo hizo viajar al futuro y...no, no estaba su poesía en los anaqueles del Museo Británico ni en ningún lugar. Y el Diablo lo esperaba para cobrarle su cuenta...
Estas fechas, dicen, son para hacer profundas reflexiones. Pero ayer nomás, un automovilista (esos a los que desprecia mi amigo el pintor Pedro Gaeta) insultó muy feo a un colectivero que, supuestamente, lo había encerrado. ¿Y el espíritu navideño? Bien, gracias...
Estas fechas, me parece, no cambian nada salvo que uno esté mejor predispuesto para con uno mismo. A veces, el clima festivo contagia; otras, no. Hay demasiado drama o luto o adversidades en muchos como para que un simple número en el almanaque transforme la tristeza en felicidad.
Pronto, estaremos escuchando los estruendos del Fin de Año y sabremos que entramos en uno nuevo que tendrá, seguramente, los mismos desaguisados que éste o...peor. El 2006 fue un año como tantos; a algunas personas trató mejor que a otras, pero nada más. El 2007 hará exactamente lo mismo porque los años no tienen alma como la gente ni piensan como pensamos nosotros. Son una sucesión de días rutinarios, iguales, con el sol que sale un poco antes o un poco después o la lluvia que viene más fuerte o más liviana, con el frío o el calor de acuerdo a fenómenos que no manejamos. Y nada más. El resto, es decir los estados de ánimo, el amor, el desamor, el odio, el resentimiento, la risa, el llanto, la tragedia, la comedia, la ponemos nosotros. Y somos nosotros -como decía el poeta Amado Nervo- los "artífices de nuestro propio destino".
He dicho. Ah...!Felices Fiestas!

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

16.12.06

Traductor...!Traidor!

Siempre me ha parecido de una reverenda tilinguería decir que los textos deben leerse en su idioma original. !Como si todo el mundo tuviera vocación de poliglota y todos supieran idiomas extranjeros!
Por eso, la importancia del traductor, ese que, en Italia, llaman "traidor" haciendo un juego de palabras entre los dos términos.
!Y qué desvalorizada está esta profesión de traductor en nuestro país! Los editores se aprovechan y pagan monedas por ese trabajo cuando, en verdad, de la idoneidad del traductor surge la autenticidad del texto a traducir.
Ultimamente, se ha desjerarquizado y mucho este trabajo. Aparecen traduciendo gente que no tiene capacidad literaria; porque, en definitiva, traducir puede traducir cualquiera, si es que cuenta con un diccionario a mano, pero no todos tienen conocimiento del idioma castellano que será el receptáculo de lo que uno traslade.
Por ejemplo, la Poesía debe ser traducida por un poeta. Esto no admite réplicas. Por una sencilla razón: porque son los poetas los que tienen capacidad de síntesis. En la China y aquí. Que no pase lo que pasa con esos insufribles traductores españoles que necesitan media página para transcribir una línea del original. O traducen en prosa como hizo Ricardo Baeza con la "Balada de la Cárcel de Reading" de Oscar Wilde.
Es increíble que se permita editar libros sin que aparezca el nombre del traductor en el ejemplar. Que uno lea a Shakespeare sin saber quién realizó la traducción o que exista tanto robo y pirateada intelectual por parte de las Editoriales.
El derecho intelectual está muy desprotegido y la invasión de libros españoles -con toda su mediocridad a cuestas- es una constante en el mercado editorial.
Los españoles dicen: "el detective se fue a hurtadillas" o "María hacía carantoñas" o utilizan palabras horribles (para nuestro oído) como "gilipollas", "golfa" o "a por mí".
En poesía, son de lo peor. Traducen a William Blake diciendo: "recorriendo calles comercializadas" donde el poeta, en su idioma original, utilizó la palabra "Charter´d". O estropean la última línea de un gran poema de E.E. Cummings, diciendo: "nadie / ni siquiera / la lluvia / tiene manos / pequeñitas" y ese diminutivo que debió cambiarse por "manos tan pequeñas" es como agarrarse un dedo con una puerta.
Hay mucho de camelo en el universo de la traducción y eso conspira contra los traductores honestos, los que se resisten a traducir cualquier cosa aún a riesgo de que su trabajo no sea compensado como corresponde.
Los editores son los responsables de que haya tantos libros "truchos" dando vuelta y son los que abusan de la buena fe del lector.
He dicho.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

13.12.06

¿Un asesino serial?

Noticias que llegan de Londres dan cuenta de un asesino serial suelto por sus calles y que, también, ataca a prostitutas como aquel legendario Jack el Destripador que, en el siglo XIX, supo tener en vilo a la policía londinense con sus crímenes espeluznantes. Nunca se supo quién era ese mentado Jack; hasta cayó en la volteada un sobrino de la reina Victoria que, dicen, fue internado en un loquero y aquí no ha pasado nada...
Pero cada vez que el Estado (o el gobierno de turno) tuvo problemas, aparecieron estas noticias impactantes. ¿Cortina de humo? ¿Maniobra de distracción? !Vaya uno a saber...!
Lo cierto es que los ingleses no ganan para sustos. Luego de esos envenenamientos radiactivos y los aviones contaminados con esta sustancia, ahora aparecen estos crímenes...
Las noticias indican que toda la policía está a la pesca de este criminal y que le piden a las prostitutas no se muestren por las calles. No sé cómo harán las prostitutas para no mostrarse cuando su trabajo es, precisamente, ese: salir a la calle.
Muchos no saben que este asesino serial (si es que existe y no es un invento del Poder por esas "razones de Estado" ¿viste?) está repitiendo los pasos del famoso Jack. Y muchos no saben, tampoco, que aquel Jack el Destripador se pareció mucho a la novela posterior de Stevenson: "El doctor Jekyll y Míster Hyde". Algunos, incluso, aventuraron que Stevenson había conocido a Jack el Destripador, que era un reconocido médico. Otros, como nuestro Juan-Jacobo Bajarlía, dijo que el criminal era un argentino, agente de bolsa, que estaba en Londres para esa fecha. Esto surgió, según Bajarlía, de una mujer inglesa que, en su lecho de muerte, contó que este argentino, huésped de su casa de pensión, fue sorprendido por ella cuando, haciendo el equipaje, le vió guardar todo un instrumental quirúrgico, de esos que utilizan los cirujanos. ¿Será verdad?
Quien conoce Londres, sabe que hay, todavía, vericuetos y callejuelas que pertenecen al siglo XIX, sobre todo en el barrio de Soho o en el este de la ciudad. Y todavía tienen escaleras de incendio viejísimas y rincones donde se puede dejar un "fiambre" y marcharse muy orondo silbando "Dios salve a la Reina..."
Pero, eso sí. Más allá de las muertes seriales, de las pelucas empolvadas de sus jueces, más allá de la perversión de sus gobernantes (llámense Thatcher o Blair)los ingleses no pueden con su genio: siguen fomentando la novela policial, esa que si bien no inventaron (la inventó Poe !qué tanto!) la explotaron hasta la saturación.
Y desde aquel !elemental, mi querido Watson! que se le debe a la pluma ingeniosa de Sir Arthur Conan Doyle, pasando por el flemático doctor Gideon Fell y el candoroso Padre Brown y el insufrible Hércules Poirot de las novelas de la Christie, siempre, siempre, habrá entre los ingleses un criminal astuto (o varios) y crímenes sin resolver como aquellos que su Imperio cometió contra pueblos indefensos como el indio y el paquistaní.
Es decir, y para terminar, tienen los ingleses muchos asesinos seriales sueltos y en vez de buscarlos por las calles, deberían ir a buscarlos a su Parlamento o a 10 Downing Street, residencia de su Primer Ministro.
He dicho.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

11.12.06

Tango, que me hiciste bien...

Hoy, 11 de diciembre, es el Día Nacional del Tango. Celebración que se la debemos a la insistencia de Ben Molar, que agotó todas las instancias burocráticas hasta que le dieron bolilla. Y hoy es el aniversario de los nacimientos de don Carlos Gardel y don Julio De Caro.
El Tango, en su camino, cruzó por muchas zonas de luz y de sombras; tuvo épocas esplendorosas y otras no tanto. Tuvo poetas de excepción y otros que, mejor, no recordarlos...Tuvo músicos intuitivos y músicos estudiosos. Tuvo intérpretes fabulosos y otros que dejaron mucho que desear. En fin, tuvo de todo porque es un género riquísimo, que abordó todas las temáticas, desde aquel "Mi noche triste" que se le debe al talento de Pascual Contursi y a la voz inconfundible del "Morocho Cantor".
En la actualidad, el Tango ha cobrado auge inusitado, sobre todo en el exterior. La danza copa los salones de baile de Francia, España, Finlandia y Japón. Muchos extranjeros se acercan a nuestras playas para entender "in situ" qué es esto del "ocho" y la "sentada"...Y a caballo de este interés, se ha montado un flor de negocio: es de las agencias de turismo, los boliches bailables, los restaurantes y los locales de venta de música y libros sobre el tema.
Nos parece bárbaro este movimiento. Nos parece muy interesante que el Tango, genuina expresión de nuestro pueblo, viva con más intensidad en otros países que en el que lo vio crecer. Pero así somos los argentinos: indiferentes, distraídos, siempre cholulos de lo ajeno...
Hoy habrá muchos espectáculos referidos al tema. Algunos potables y otros no tanto. Porque hay que convenir que, a la sombra del Tango, se han filtrado una cantidad de esperpentos que no pueden cantar ni en el baño de sus casas...
Así son, siempre, los movimientos en los géneros. Hay muchos que entran por la ventana y, luego, se quedan. Hay impresentables que se exhiben por TV porque ponen dinero para la publicidad. Se autoalimentan su "ego"...
Al Tango (queriendo ser crítico constructivo) le faltan melodistas (hay muy pocos) y le faltan poetas (hay, también, muy pocos); así y todo, hay algunos temas nuevos que son interesantes y que proponen algo fresco y distinto. No les dan demasiada importancia porque los intérpretes actuales están más preocupados en cantar "Malena" o "Como dos extraños" o "Cuesta abajo", olvidándose -los cretinos- que esos temas los cantaron Gardel, Fiorentino, Goyeneche o Charlo.
Hay muchos jóvenes (y no jóvenes) demasiados soberbios; piensan que el género nació con ellos. Son los que dicen, con absoluta arrogancia que "ya se dijo todo". Y entonces ¿por qué cantan, si ya cantó Gardel?
Lamentablemente, estas cosas deben decirse. Hay mucha mediocridad suelta, hay muchos imbéciles que se la dan de divos. Y el Tango, queridos míos, tuvo poetas como Homero Manzi, Cátulo Castillo, Homero Expósito, Julio Camilloni...Y músicos como Troilo, De Caro, Di Sarli, Pontier, Piazzolla...Y orquestas como la de Pugliese, Caló, Fresedo o Maderna...
Demasiado talento ha habido en el Tango; no se puede tirar por la borda este patrimonio. Y aunque uno tenga esperanzas, sabe -en lo íntimo de su corazón- que es muy difícil pueda darse esa conjunción de artistas.
El Tango, como género popular, seguirá vibrando en los pechos de la gente sensible; y Gardel seguirá cantando "cada día mejor" y el "ocho" y la "sentada" seguirán dibujándose mientras un hombre y una mujer se abracen y la noche los cobije en su sensualidad.
He dicho.
ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

9.12.06

Poesía entre los árboles

Una vez más, invitado por la Universidad de San Martín, fui a parar a la estancia "Los Talas", que está pasando Luján, en el camino a Navarro.
El paisaje es alucinante, sobre todo para nosotros, hombres del cemento. Allí se puede observar, en toda su plenitud, la llanura bonaerense, esa que tan bien describiera don Ricardo Güiraldes en su inmortal "Don Segundo Sombra".
En esta estancia, hay historia de sobra. Hay un casco original que data de 1826; allí se guareció Esteban Echeverría antes de exiliarse en Montevideo, perseguido por las hordas de Rosas. Allí, esta familia que se llama Furt y desciende de su ancestro, mantiene ese campo de 900 hectáreas, donde las vacas se confunden con el paisaje y los perros y gatos corren en su eterno juego de contrarios.
Hasta allí, fuimos (yo, por segunda vez) a conocer y compartir una jornada poética con un intelectual español llamado Juan Barja. Eramos varios los poetas criollos, algunos de Córdoba, de Salta, de la Capital Federal.
Mi amigo Eugenio Mandrini fue de la partida y me puso muy contento porque estuvimos juntos; el "Flaco" -como cariñosamente le llamo- estaba eufórico por ese día de campo que nos había regalado la Universidad y nuestro amigo común el poeta Jorge Boccanera, "alma mater" de estos encuentros.
Allí, bajo los árboles, en una mañana esplendorosa del mes de diciembre, leímos textos y nos enfrascamos en un diálogo cordial sobre estas cuestiones de la Poesía.
Mandrini (contento) estaba dicharachero y dijo lo suyo, con su proverbial elocuencia. Boccanera me envió a romper el fuego con un poema y cuando le pregunté: ¿Por qué yo?, me dijo socarrón: "Porque usted da suerte".
Todos léímos debajo de esos árboles centenarios y, luego, visitamos la biblioteca fabulosa (parecida a las que soñaba Jorge Luis Borges)con más de 40 mil volúmenes. Aquí hay incunables, originales de Calderón o Quevedo, la obra completa de Echeverría, la obra y correspondencia de Juan Bautista Alberdi (7500 cartas) que el padre de la cálida Etelvina (la propietaria actual) compró hipotecando el campo, en 1946.
Luego vino el asado y el vino y las bromas; Mandrini, luego de haberse comido todo, preguntaba en broma: "Che ¿dónde hay una pizzería por aquí?"
Estaban presentes poetas que, ya, conocía, como Pablo Narral, Jorge Eduardo Fernández, Roxana Palacios, Laura Yassán, Emilce Strucchi y otros que veía por primera vez como Pablo Anadón, Horacio Marino, Elida Lois (una estudiosa del "Martín Fierro" y ahora, abocada a estudiar la obra de Alberdi, en el Centro de Investigaciones de la Universidad que funciona en el campo).
Recorrimos, también, la otra galería (de 1860)donde, en su comedor de antaño, hicimos, la vez anterior, el encuentro con seis poetas latinoamericanos. Y cada recorrido por este lugar de ensueño, encierra un recuerdo, una sorpresa, un momento de reflexión.
En un viejo ropero de un dormitorio, están los vestidos de época de la bisabuela; hay daguerrotipos de aquellos años, hay uno de Echeverría, anda por aquí el fantasma del poeta Ricardo Molinari, que también frecuentaba la estancia por ser amigo del dueño. Y hay, por donde uno camine, nostalgias de pasado.
Es increíble que esta familia Furt haya rechazado todas las acechanzas del dinero (han querido comprarle la biblioteca entes extranjeros); nadie quiere asegurarles semejante patrimonio cultural (no existe cifra para el mismo) y, en fin, el día se nos fue agotando entre asombro y asombro.
Regresamos a la tarde hacia Buenos Aires, no sin antes intentar con el español Juan Barja llamar desde su celular a Marife Santiago Bolaños para decirle dónde estábamos. Marife es una amiga común, muy querida por mí, que ha presentado, siempre, mis libros en distintas ciudades españolas.
Quería contarles esto, aunque el sábado ( o sea hoy) ha salido una página entera en el diario "Página 12" hablando precisamente de esta jornada, con una foto de todos los concurrentes, debajo de una arcada viejísima que existe en "Los Talas".
Si, como dice el refrán: "no hay dos sin tres" y la Universidad y mi amigo Jorge Boccanera, a cargo de la cátedra de Poesía Latinoamericana, reiteran la invitación, volveré a decir que sí, porque me he quedado con ganas de seguir buceando en esa Biblioteca y en ese territorio del alma donde hay lugar para una tira de asado y, también, !por qué no! para un texto poético...
Disculpen la humorada.

ROBERTO DIAZ
(Escritor, Poeta, Periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

4.12.06

El encanto de O. Henry

Estoy traduciendo, a pedido de una Editorial, los cuentos breves de un escritor norteamericano que firmó sus textos con el apodo de O. Henry.
Este hombre vivió a caballo de dos siglos: el 19 y el 20, se llamaba, en realidad, William Sydney Porter, había nacido en Carolina del Norte, pero recorrió y vivió en otros lugares de su país, realizando distintos trabajos. Siendo cajero de un banco, se produjo un desfalco del que fue acusado. Este hecho le hizo huir a Honduras, pero al volver a su país con motivo de las exequias de su esposa, fue apresado y encarcelado durante algunos años.
En la cárcel, escribió gran parte de los relatos que lo hicieron un escritor muy leído y reconocido.
Estoy, entonces, sumergido en la traducción. En realidad, creo haber completado el libro que me encargaron y, ahora, estoy escribiendo notas introductorias a cada cuento, con el objeto de aclarar algunos términos o personajes que O.Henry cita.
Pero más que nada quería decir que es un verdadero placer traducir a este creador, ya que sus cuentos son muy interesantes, plenos de humanidad, humor, ironía e indulgencia.
Es difícil poder elegir algún cuento como el mejor. La mayoría de los lectores hacen hincapie en un cuento titulado "El regalo de reyes", pero no podemos olvidarnos de "La última hoja", enternecedor y patético o de "Mientras el auto espera" o de "El Péndulo" y de tantos, tantísimos otros, donde brota el talento de este escritor.
O.Henry vivió entre 1862 y 1910, se especializó en el relato breve donde descuella su facilidad para entrar en tema y resolver en pocas páginas una historia. La mayoría de las mismas se desarrollan en la ciudad de Nueva York, como ese desopilante texto "Un cosmopolita en un bar" donde cuenta la historia de un hombre que alardeaba de pertenecer al mundo y termina peleándose violentamente con otro que le habla mal de su pequeño pueblo.
Todos los textos de O. Henry dejan una enseñanza, simple pero aleccionadora, y aquí detengo mi escrito porque debo seguir escribiendo esas notas introductorias a cada cuento para que el lector tenga una idea más acabada de algunas alusiones del escritor.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

2.12.06

El oficio de escribir

Siempre me pareció que la literatura era un camino sin retorno. Que una vez que se cubre una página en blanco, aparece ese bichito de la tentación que obliga a llenar y llenar cuartillas sin solución de continuidad, hasta que pasan los años -como en la canción de Cole Porter- y uno se encuentra con un camino recorrido, con reconocimientos que surgen del tiempo y la experiencia y con deseos de seguir escribiendo, escribiendo...
Y en esta fiesta del alma que es la escritura, uno se codeará -aunque tal vez con el traje raído y la camisa desabrochada, en medio de señores y damas bien vestidas que se llaman Shakespeare, Barret Browning, Conrad, Storni, Borges, Unamuno, Tolstoi, Mansfield, etc.
No importa. Allí estaremos todos homenajeando el oficio de escribir que es un hermoso oficio y sirve para gratificarnos y gratificar al lector, a ese ser que nos lee y revive o se angustia con nuestras propias desventuras e iluminaciones.
Amo la literatura. Amo a los libros. Y creo que, si volviera a vivir, sería escritor. Aunque no siempre cosechemos mieles, aunque no siempre seamos bien considerados por los otros, aunque, muchas veces, la sociedad nos dé la espalda porque nos acusan de ser "la mala conciencia de la época".
Tal vez, tengan razón. Pero en ese juego dialéctico del pensamiento, somos infaltables si queremos una comunidad que vuele sobre sus propias miserias.
El oficio de escribir se mezcla con el oficio de vivir y vida y literatura se confunden para crear ese fresco del espíritu que necesitaremos, siempre, para ser mejores.
Y volvería a ser escritor aunque, a veces, falten las monedas para pagarle al carnicero...

ROBERTO DIAZ
(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

30.11.06

La Pesificación

He sido uno de los damnificados por el mentado "Corralito", obra de terror montada por un "vendedor de buzones" como el Ministro Cavallo, un inepto como De la Rúa y la complicidad de todos los banqueros, entre ellos el "marxista" Carlos Heller.
Para que no se crean que soy Rockefeller, cuento que acababa de vender un pequeño departamento en Palermo viejo y no tuve mejor ocurrencia que poner el dinero en el banco. Consecuencia: me quedé sin mi dinero.
Está mal contar las experiencias personales o sangrar por la propia herida. Pero es que los argentinos (o parte de ellos) vivimos de eufemismos. En la época de la dictadura militar, se decía, con respecto a los desaparecidos "algo habrán hecho" y había muchos indolentes que colocaban en sus automóviles obleas que decían: "somos derechos y humanos". Mientras tanto, la gente desaparecía o aparecía muerta en los basurales o les llevaban el pulgar a sus domicilios para que la familia supiera que habían identificado al occiso. De todas estas barbaridades, de todos estos horrores, se puebla nuestra historia última...
Si ocurrieron estas cosas ¿cómo suponer que no podía ocurrir lo del "Corralito"?
Por eso, cuando el mundo entero nos vota en contra, no es que el mundo entero se despierta cada mañana pensando cómo joder a la Argentina. No tenemos autoridad moral, no tenemos seguridad jurídica y tenemos una diplomacia que es una vergüenza, una sarta de acomodados y de "niños bien" que van a las embajadas a pasarla "bomba"...
Los propios países latinoamericanos (salvo honrosas excepciones) nos votan en contra como sucedió con Brasil en el tema de las Papeleras; y como sucedió durante la Guerra de las Malvinas donde Colombia nos votó en contra, Costa Rica (me consta) estuvo en un tris de hacer lo mismo, Chile abasteció a los ingleses y los uruguayos, también.
La mentada "unidad latinoamericana" es un verso que sólo éxiste en la carpeta de los funcionarios y en la mente febril de estos dirigentes que tenemos.
Ahora, achicarán la Corte y los jueces que queden, votarán en contra de los reclamos de los ahorristas, alegando que la pesificación fue una compensación razonable. Esa "compensación razonable" le hace perder a cada ahorrista algo así como el 30 por ciento del total de sus ahorros confiscados.
!Ni hablar de los que cayeron en la trampa de los bancos con los Fondos de Inversión!
Sin embargo, como en el caso de "somos derechos y humanos", hay ciertos argentinos (que ven el árbol, pero no el bosque) alegando, por ahí, que la gente se dejaba tentar con los intereses altos o, como se escuchó muchas veces, "eso pasa por tener plata" cuando, en verdad, dentro del mentado "Corralito" quedaron dineros de ventas circunstanciales, de ahorros para tratamientos de salud (como en el caso del periodista García Blanco) y pequeñas sumas de jubilados que se sustentaban con eso. Pero, en definitiva ¿a quién le debe importar el origen del dinero si es dinero bien habido? Sin embargo, a ciertos argentinos, sí.
Esta caterva de compatriotas, de cuya ignorancia más vale escapar, son los mismos que gozaron de la "plata dulce" de Martínez de Hoz o del "veranito de San Juan" de los ´90, cuando Menem era Gardel con todos sus guitarristas y lo reeligieron sin ponerse colorados.
Un país que no respeta a sus ciudadanos, que les roba, que tiene dirigentes que llevan su dinero al exterior mientras, aquí, se rasgan las vestiduras y sacan a relucir discursos demagógicos al estilo de modernos Robin Hood; un país que tiene 30 mil millones de dólares en las arcas del Banco Central y no respeta sus compromisos éticos y deja en la indigencia a miles de personas, no puede alegar que le contaminan su territorio.
Porque, aunque esto sea cierto y las papeleras que montaron los arteros uruguayos, contaminarán, sin duda alguna, nosotros estamos contaminados desde hace mucho tiempo y nada hacemos para blanquear nuestra conciencia.

ROBERTO DIAZ

(Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)

28.11.06

Las horas de un poeta

Siempre evoco a ese Fernando Pessoa volviendo de su oscura oficina en Lisboa, como un Bartleby fantasmal. El más grande poeta portugués llegaba a su piecita arriba de un local comercial y, seguramente, escribía esas pequeñas esquelas que arrojaba dentro de un arcón.
De esos papelitos, surgió, a su muerte, ese extraordinario libro que es "Libro del Desasosiego", una serie innumerable de estados de ánimo, de vivencias (generalmente perturbantes) y de sentimientos que tienen que ver con el tránsito existencial. Siempre que me siento deprimido, recurro a este libro sombrío, triste, lleno de desesperanza (valga la paradoja).
El escritor hace letra escrita de su carne y su sangre; hablo de los escritores en serio, de los viscerales y auténticos y no de los tantos mistificadores que recorren la literatura. Hablo de la creación, no de la mala imitación; ni siquiera hablo de aquellos que ponen empeño, pero nada con valor surge.
Pessoa, Pizarnik, Pavese son tres extrañas "P" que parecen provenir de la palabra "Pena". Y cada uno a su tiempo, y cada uno con sus propios karmas, penaron para subsistir, para conseguir un poco de felicidad, para dejar esas letras que son la divina trascendencia.
Alejandra Pizarnik puso fin a su vida, luego de años de vivir en claroscuros y de sufrir incontables depresiones del alma. Cesare Pavese también puso fin a su vida luego de escribir sus últimas reflexiones en su diario íntimo, ese que tituló "Oficio de Vivir". "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos" frase que parece premonitoria de uno de sus más bellos poemas.
Otros escritores han pasado por instancias similares. Recordemos a Franz Kafka, tan huraño, tan abstraído, tan solitario en esa habitación de la Plaza Vieja de Praga, escribiendo aquello tan extraño de un hombre que despierta escarabajo. O el ruso Antón Chejov, padeciendo tisis, y dejando su impronta plena de ternura entre vómito y vómito de sangre. O Mariano José de Larra tomando el pistolón mientras, en la calle, la multitud festejaba el carnaval y yéndose de este mundo tan plenamente joven, tan plenamente talentoso.
Horacio Quiroga que se mata en el viejo Hospital de Clínicas (ese que, en la actualidad, no cuenta ni con insumos) siguiendo una rutina de familia, lleno de suicidas; y Lugones que ingiere cianuro en un recreo del Tigre, seguramente abrumado por las trapacerías de su hijo, el tristemente célebre Comisario Lugones y por esa jovencita que la había desvelado, finalmente, el otoño.
Escritores, escritores, escritores...qué extraña sinrazón lleva a escribir y a exhibir ante los otros nuestros males del alma. ¿Por qué lo hacemos? ¿Por una triste vanidad? ¿Para llevar consuelo a los que penan de los mismos males? ¿Para demostrar que somos capaces de sufrir y sublimar esos sufrimientos? Siempre la ingratitud, el recelo, la envidia, los celos, cercaron la vida de los escritores. Como burdos "Salieri" salieron a destruir su imagen, a opacar su persona, a vilipendiarlo y a escarnecerlo. Recordemos esos críticos que se permitieron burlarse de Melville. !Nada menos que del autor de "Moby Dick". O aquellos jueces que se permitieron meter en la cárcel a Oscar Wilde. O acusar de estafador a Cervantes.
El tiempo, que deglute todo, siempre deja, sobre la mesa, algún exquisito manjar. El tiempo es así. Prefiere los desechos para que los próximos comensales coman el mejor plato. Por eso, el tiempo es el único que se encarga de salvar aquellas obras que valen la pena.
Y ya que volvemos a citar la palabra "pena" que, en Literatura, es, casi siempre, constante de vidas atormentadas, digamos que el tiempo deja como vulgar metáfora, como parábola insidiosa, como estigma aceptado, la belleza de lo terrible como le gustaba decir a Baudelaire, para que nosotros, siglos más, siglos menos, descubramos que el corazón del hombre continúa siendo ese "campo de batalla" y tan insondable como las profundidades oceánicas, Dostoievski y Lautreamont mediante.

ROBERTO DIAZ
(Escritor argentino, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con Premios Nacionales e Internacionales)

26.11.06

TODO GATO PANZA ARRIBA...

Vivimos tiempos de extremada soberbia personal; por un lado, se envían mensajes contra la discriminación y el respeto a los derechos humanos; por el otro lado, la violencia, el fanatismo y las actitudes personales extemporáneas, ensombrecen la vida de relación y empobrecen nuestras capacidades.
El hombre es el único animal capaz de tropezar, infinitamente, con las mismas cosas. Y los tantos siglos de vida y de civilización, no han servido para hacerle recapacitar sobre sus propios errores.
Las verdades aparentes o sofismas, están, siempre, a la orden del día. Y esto es explotado, arteramente, por los gobiernos de turno. Por eso, multitud de jóvenes son llevados a la inmolación, a la guerra, siempre con consignas que exacerban una trascendencia que es mentirosa, que es banal.
La vida es un compendio de estas luces y sombras que suelen caer sobre cada escenario. Por eso, para Shakespeare, los hombres y mujeres eran, simplemente, actores.
Es importante que cada persona posea su propia autoestima, pero esa autoestima debe ser equilibrada, debe tener sustento. Vemos, en nuestra vida diaria, cómo mucha gente sale a la calle creyendo que va a una contienda bélica y procede en consecuencia. Son aquellos que adoptan actitudes descomedidas, que tratan mal a sus congéneres, que son incapaces de brindar una sonrisa o un gesto solidario. Lo vemos a diario: en los mostradores de los bancos, en cualquier oficina burocrática, en cualquier tienda de barrio donde el o la vendedora parece creerse la reina de Saba. Es patético, pero es así. Y lo lamentable es que no hay remedio para semejante estupidez.
Le hacen creer a la gente que son importantes, pero no en las cosas que, realmente, son importantes. Valga este galimatías. Sentirse importante en las cosas insignificantes, es ser, ni más ni menos, que insignificante.
Por eso, hablamos de los gatos panza arriba, metáfora para señalar que la vida debe ser vivida con algo que se llama sentido común y que alguien, como Pascal, lo definió como el menos común de los sentidos.
Y es cierto. A la humanidad entera, le hace falta un baño de humildad y templanza; un baño donde nos consideremos, definitivamente, una raza más y tratemos, en consecuencia, de mejorar. No con libros de "autoayuda" que es un método facilista y engañoso sino con una profunda recapacitación interior para saber qué somos y qué queremos ser.

ROBERTO DIAZ

(Escritor argentino, periodista, traductor de habla inglesa, con premios nacionales e internacionales)

23.11.06

EL CULEBRON DE LAS PAPELERAS

El Presidente Kirchner habló en la Casa Rosada y se expidió sobre el problema de la instalación de las Papeleras sobre el río Uruguay. Trató a Tabaré Vazquez de "intransigente" y tuvo duras expresiones contra la prensa porque no tituló como correspondía el préstamo que el Banco Mundial le entregó a la empresa Botnia.
Creemos que el discurso del Presidente (o su opinión expresada en ese discurso) es correcta; pocas veces, podemos decir algo así de las expresiones de nuestro Presidente, generalmente enfervorizado, generalmente agrediendo a la oposición o hablando en términos descomedidos sobre tal o cual personaje o sobre tal o cual situación.
En este caso, estuvo bien, pero...la diplomacia argentina siempre tiene un pero y nunca ejerce la autocrítica. En este tema, se durmieron, enredados, como están siempre, en una burocracia infernal y en una desidia también infernal.
Debieron reaccionar cuando apareció la primera excavación, el primer ladrillo. No lo hicieron y sí salieron a peticionar cuando el pueblo de Gualeguaychú (que también se durmió) salió a cortar la ruta y cuando las chimeneas casi tocan las nubes.
Tampoco se dice (y si queremos ser ecuánimes, deberíamos hablar sobre ello) que la Argentina contamina el río Paraná con una planta de papel que es "Alto Paraná"; pero de esto no se habla...
Tabaré Vázquez mostró la hilacha de todos estos presidentes izquierdistas que, una vez en el poder, actúan con más virulencia e inequidad que los conservadores. Los uruguayos (sobre todo, su gobierno) no puede hacerse el desentendido. Las papeleras contaminan aquí y en la China. Negarlo es ser muy hipócrita o estar muy corrompido.
El río Uruguay (estamos convencidos) no volverá a ser el de antes. Lo que ocurrió en la ciudad gallega de Pontevedra, es el signo más acabado de lo que pueden hacer estas industrias contaminantes. Es cierto lo que dice el Presidente Kirchner: el poder central desprecia a los países, como el nuestro, subdesarrollado. Pero preguntémonos: ¿por qué Brasil votó a favor del préstamo a la empresa Botnia? ¿Por qué los países latinoamericanos (que tanto se llenan la boca con la hermandad latinoamericana y los ideales sanmartinianos y bolivarianos y martinianos) ejercen un sugestivo silencio?
La Argentina está considerada una nación "sospechosa" por su juego pendular y sus veleidades. Hoy tiene "relaciones carnales" con los EE.UU y mañana sale a levantar el dedo admonitorio y a abrazarse con Chávez. A propósito ¿qué ocurrió con el embajador de Venezuela que produjo tanto malestar en el gobierno de Kirchner?
Nos parece todo de mal gusto, un mamarracho más de nuestra diplomacia que siempre llega tarde a todos lados.

ROBERTO DIAZ

(Argentino. Escritor, poeta, periodista, traductor de habla inglesa, autor de canciones, con premios nacionales e internacionales)